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Una batería de contenedores de recogida de basura orgánica y mezclada en la calle del Carmen. | Ángel González
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Gijón acaba de abrir la puerta al fin de una política tarifaria lineal que supone cobrar lo mismo a todas las familias de la ciudad por la recogida de la basura: 69 euros al año en Gijón frente a la media nacional de 82 euros. Los responsables de la Empresa Municipal de Servicios de Medio Ambiente (Emulsa) hacían participes ayer a colectivos vecinales y sociales del inicio de un proyecto piloto que analizará la viabilidad de implantar en Gijón un sistema de “pago por generación”. La idea está clara: premiar en el bolsillo a quien recicle más y castigar a quien no lo haga. “Es un sistema más justo que el pagar a escote pericote como se hace ahora”, defienden desde Emulsa.
El problema es cómo ejecutar la idea con éxito. Para definir el sistema, o para llegar a la conclusión de que no sirve, Emulsa pone en marcha ya un experimento con bolsas prepago que financia Europa con 80.255 euros, llegados a través del programa Winpol, y para el que busca 750 familias voluntarias. Entre septiembre y noviembre se captará a esos voluntarios, con el apoyo de asociaciones vecinales, y se definirán las dos zonas de Gijón donde hacer el ensayo. En cada una de esas zonas se ubicará una máquina expendedora de bolsas para la basura orgánica y de resto –no se incluye en la iniciativa el papel, vidrio y envases que recoge Cogersa– y su uso será monitorizado durante seis meses para analizar la cantidad y tipo de residuos que se generan en cada vivienda.
Por ello el interés en poder contar con todo tipo de familias y encontrar dos territorios de perfiles diferentes que garanticen una muestra final que refleje la realidad con la mayor fidelidad posible. El informe con las conclusiones debe estar en junio. La máquina no solo le servirá a Emulsa para saber el tipo de basura que genera cada familia, también compartirá esa información con los usuarios. El “conoce lo que tiras”, que dicen los expertos.
El planteamiento con el que se trabaja es pasar a un nuevo sistema de tarificación donde haya una parte fija y otra variable. La parte fija se definirá en base al número de miembros y características de las familias –por ejemplo, tener bebés que usen pañales– y la parte variable saldrá del número de esas bolsas prepago que registren: cuantas más bolsas se usen, más alta será la tasa. Entendiendo también que será más barata la bolsa para la materia orgánica que para la basura mezclada. La parte fija de la tasa garantiza a las familias un número de bolsas determinado. A partir de ahí empieza la suma.
Todo se basa en el uso de esas bolsas determinadas, que se distinguen por colores, pero ningún elemento habrá en los contenedores, en principio, que impidan a cualquier ciudadano tirar la basura en la bolsa que prefiera. Así que otra parte de la iniciativa es intentar concienciar a los gijoneses de que merece la pena reciclar para que lo hagan por las buenas. En todo caso, la opción de la sanción está recogida en la ordenanza de residuos e higiene urbana aprobada a finales del año pasado. Algo que conlleva diseñar mecanismos de control, como se hace con las infracciones de otro tipo de normativas. “Aunque ni hay un policía en cada esquina, ni habrá un controlador abriendo cada bolsa de basura”, se matiza desde la dirección de Emulsa para evitar malos entendidos. Igual que se hace énfasis en que ahora mismo sobre la mesa solo hay un proyecto piloto y un concepto.
Pero sea con bolsas prepago, sea con dispositivos electrónicos en los contenedores como hacen en otras ciudades o sea con otra alternativa, los responsables de Emulsa con su presidente, el concejal Olmo Ron, al frente tiene claro que el pago por generación va a llegar más pronto que tarde.
Y que no queda otra que reciclar más y más para cumplir con la normativa europea –que fijaba ya para este año un nivel de reciclaje obligado del 50% cuando Gijón solo llega al 37%– y con la futura ley estatal de residuos que cuando entre en vigor va a penalizar la gestión de los residuos no separados. En Gijón, por ejemplo, eso le supondría a Emulsa pasar de 40 a 61 euros de coste por tonelada. Un impacto importante para sus arcas si se tiene en cuenta que gestiona unas 800.000 toneladas al año de restos mezclados.
Este proyecto piloto con bolsas prepago de basura convierte de nuevo a Gijón en una ciudad pionera en iniciativas sobre la gestión de residuos. Pocas, o más bien casi ninguna, ciudad del tamaño de Gijón tiene algo parecido. Sí hay experiencias en localidades más pequeñas. A algunas de ellas se hace mención en la guía de buenas prácticas del europeo programa Winpol. Son ejemplo para Gijón. Lo localidad catalana de Argentona, con poco más de 12.000 habitantes, puso en marcha en 2010 un sistema de pago por generación con bolsas estándar de prepago: rojas para residuos y amarillas para envases. La tasa para los hogares tiene ese doble nivel que ahora explora Gijón con una parte fija progresiva según la familia y otra variable en base al número de bolsas de residuos utilizadas. Al principio todos los vecinos pagaban todas las bolsas. En 2013 hubo un cambio y el Ayuntamiento daba 1, 2 o 2,5 paquetes gratis de bolsas con la tasa fija. Las bolsas adicionales se compraban en tiendas colaboradoras por 0,65 euros la bolsa de 17 litros de capacidad. La capacidad y precio de las bolsas era distinto para las empresas, En Seveso (Italia), con 21.000 habitantes, se optó por bolsas transparentes con una etiqueta RFID. La compra se hace en maquinas expendedoras que identifican al ciudadano y les da un rollo de bolsas personalizado. Los vehículos de recogida están equipados con una antena y el sistema de facturación está centralizado. Tanto la experiencia española como la italiana favorecieron el crecimiento del reciclaje.
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