María José Vaquero: "Me siento muy afortunada porque he trabajado en lo que me ha apasionado"

2022-06-25 06:38:13 By : Ms. Luna Lei

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El 24 de junio será el último día que la gaditana ocupe el despacho del centro cultural de la plaza de las Tortugas tras más de 30 años de incansable trabajo y entrega

María José Vaquero, directora de la Biblioteca Pública Provincial. / Jesús Marín

Tamara García 19 Junio, 2022 - 06:00h

Cuando María José Vaquero puso un pie en la celebración que sus compañeros le habían preparado por su inminente jubilación, la todavía directora de la Biblioteca Pública Provincial no pudo reprimir la emoción. Prácticamente empleados de toda la delegación de Cultura, la actual delegada y algunas de sus antecesoras de diferente sino político quisieron acompañar a una mujer que durante más de 30 años ha dirigido el centro cultural de la plaza de la Tortugas siempre con dos objetivos claros, gestionar la biblioteca con visión de futuro, subiéndose al carro de todas las nuevas tecnologías que han irrumpido en nuestra sociedad en estas tres décadas pero, y quizás por eso es tan querida, sin dejar atrás al equipo humano, “tan importante, lo más importante”, para Vaquero.

—Ahora que va a gozar de su merecida jubilación, ¿le van a quedar ganas de coger un libro?

—(Ríe) ¡Sí, siempre! La cosa es que no me hago a la idea... Te confieso que, desde que decidí jubilarme, estoy nerviosa. Tengo muchos sentimientos encontrados. Por un lado digo, ya me tocó descansar, cumplí 65 años el sábado, y aunque me podría quedar más tiempo pienso que estas cosas se tienen que renovar... Pero por otro lado, pues es que ha sido mi vida... Es que creo que soy una persona afortunada porque he trabajado en lo que me ha apasionado.

—¿Con cuántos delegados provinciales de Cultura ha trabajado?

—Con diez distintos y creo que todos han confiado en mi gestión y con todos me he llevado divinamente. Empecé con Sebastián Saucedo y me voy con Mercedes Colombo y te digo que me he sentido arropada por todos.

—¿Cuál es su secreto?

—Pues no es que lo haya hecho mejor que nadie es que nuestro cuerpo de biblioteconomía o de facultativos de biblioteca es un cuerpo muy reducido. Hay poca gente que me haya podido hacer el relevo, no es mérito mío de que haya valido más o menos para la dirección. Aunque yo sí te puedo decir, con toda la tranquilidad, que sí que me he entregado al máximo, lo habré hecho mejor o peor, pero lo que nunca me han faltado han sido ganas.

—¿Y cómo llega a la biblioteca? Hábleme de su trayectoria

—Pues yo me licencié en Filosofía y Letras, en la división de Geografía e Historia en la Universidad de Cádiz y, después, claro, soy funcionaria por oposición del Cuerpo Superior Facultativo opción Biblioteconomía. Y la verdad que empiezo mi vida profesional en 1982 con algunos contratos temporales en el Museo Provincial de Cádiz, y fue muy curioso como entré ahí. Acababa yo de terminar la carrera cuando me encontré a una compañera mía, Carmen García Rivera, que después terminó siendo la directora de Centro de Arqueología Subacuática, que me dijo que el director del Museo de entonces, Ramón Corzo, estaba buscando licenciados porque le había llegado una partida presupuestaria para hacer contratos para unas excavaciones... Y allí empecé con Carmen, con Paco Alarcón, el actual director del Teatro Romano, con Lola López de la Orden... Pero yo como que no me terminaba de ver en el terreno de la arqueología y en octubre de 1985 inicié mi formación bibliotecaria de la mano de Pilar Alcina del Cuvillo, una fantástica profesional del cuerpo de bibliotecarios del Estado. Ella fue la que me ayudó a descubrir el mundo de las bibliotecas y me contagió su entusiasmo por ellas, porque es una persona que ha trabajado en este oficio con verdadera entrega. Todo se lo debo a ella. Ya, después, en 1988 entro como técnico superior en la Biblioteca Pública Provincial de Cádiz y, dos años después, el 1 de diciembre de 1990 tomo posesión como directora de la Biblioteca Pública Provincial de Cádiz. Y hasta hoy, bueno, hasta el 20 de junio.

—¿Qué es lo que más va a echar de menos?

—Todo, todo...No me hago a la idea. El viernes que viene, el día 24, es el último día que trabajo y es que no me hallo... Es que yo le echo a esto muchas horas. Mi marido es cirujano y trabaja por las tardes, mis hijas ya son mayores y tienen cada una su trabajo, entonces cuando yo debería salir de aquí a las tres y media o cuatro pues al final siempre me animo a quedarme un rato más a hacer tal o cual cosa, porque siempre hay algo que hacer, porque el que se crea que no hay trabajo en una biblioteca está muy equivocado. Nada más que con el fondo antiguo tan maravilloso que tenemos, hay muchísimo trabajo por hacer.

—Habrá cambiado muchísimo la biblioteca en la que entró a esta que deja...

—Ni te lo imaginas. Cuando yo llegué se escribía en máquina de escribir con el papel de calco... Eso dice mucho de mi edad, ¿no? (ríe)

—¿Cuáles han sido los principales cambios?

—Sin duda la implantación de todas las nuevas tecnologías. En estos años mis compañeros y yo hemos informatizado la biblioteca entera en un trabajo ímprobo porque con la cantidad de fondos que había... Primero se informatizaron las provinciales y después se hizo u programa para las municipales que, como sabes, desde la biblioteca provincial coordinamos las bibliotecas municipales. Ese fue un cambio impresionante...

—¿Sería el año...?

—Pues en el 99, que tuvimos cerrada la biblioteca todo el año entero para adaptarla. Bueno, espera, eso fue para adaptarla a sistemas de accesibilidad, a nuevos servicios que íbamos a abrir como, fíjate, la entrada de los audiovisuales, que ahora están ya desapareciendo... Recuerdo que empezamos todo eso por una obra que íbamos a hacer en los conductos del aire y ya, metida en obra, me dije, yo voy a ir al Ministerio, porque esto tiene titularidad estatal y gestión autonómica, a pedir mobiliario nuevo. Lo conseguimos. Entre unos cuantos compañeros y yo vaciamos la biblioteca entera, la metimos en cajas y la volvimos a colocar, pero con una ilusión y unas ganas tremendas. Y en enero del 2000, que la abrimos de nuevo con todos esos servicios, quintuplicamos las cifras de usuarios con respecto al año anterior.

—Y otra cosa que hicimos muy bonita ese año fue con los fondos antiguos. Sabes que esos fondos proceden de la desamortización de los conventos y pasaron muchas vicisitudes antes de llegar a este edificio y, poco a poco, hemos intentado tenerlos en condiciones adecuadas de climatización, de limpieza... Y ese año aprovechamos y una empresa nos instaló tres burbujas enormes en el patio y bajamos de los depósitos todos los fondos antiguos, los metimos en esas burbujas y por ese sistema donde le extraían el oxígeno, hicimos una desinsectación total de los fondos, y luego le hemos seguido haciendo mantenimientos a lo largo del tiempo. Bueno, precisamente, ahora hay una compañera que está haciendo un trabajo de revisión precioso de esos fondos antiguos, porque siempre hay que mirarlos por si hay errores en la catalogación por si hay dos libros en uno... Acaba de terminar los del siglo XVI y se va a meter ahora con el XVII. Y, bueno, es que realmente es que ha habido un cambio abismal desde cuando entré, un cambio abismal y precioso.

—¿Cuáles diría que son las joyas de la biblioteca?

—Pues varias pero te destacaría un Civitates Orbis Terrarum, que es un libro maravilloso de grabados excepcionales, y del que hay poquísimos ejemplares. La verdad es que tenemos un fondo patrimonial exquisito y el año pasado, de hecho, hicimos una renovación de los sistemas de acondicionamiento de aire de los depósitos, que nos lo mantiene a temperatura y humedad idónea para que no le salga moho a los libros. Como curiosidad también tenemos una interesante colección de etiquetas antiguas de vino, el ejemplar de Fray Jerónimo de la Concepción donde escribe que la Virgen María era de Cádiz y también tenemos una prensa de principios de siglo, prensa obrera, muy interesante, y ahí tengo que destacar el trabajo de digitalización, además...

—Claro, supongo que habrá sido otro paso importante

—Ha sido otro de los grandes cambios en el mundo de la documentación. Yo he visto nacer la biblioteca virtual, la de patrimonio... Además, ahora también tenemos muchas consultas por correo. A veces nos fijamos en que el número de usuarios presenciales baja pero es que tenemos montones de consultas on-line.

—¿Qué tipo de consulta? ¿A qué se refiere?

—Pues a que te mandan peticiones tipo, ¿me puede usted digitalizar tal página de tal libro que he visto que lo tienen en el catálogo? Y lo miramos y se lo mandamos. Y ya no tiene que venir. Yo tengo ahí de recuerdo un mueble de esos típicos de las fichas. De esas fichas he escrito yo a mano... ¡Montones! A eso me dedicaba yo, a catalogar, cuando llegué aquí al principio. Todo a mano. Y ahora mis compañeras catalogan en una red del sistema bibliotecario de Andalucía que, además, entras y si el libro ya lo ha catalogado cualquier biblioteca, tú lo único que tienes que hacer es dar de alta tu ejemplar.

—¿Y cómo era antes cuando se solicitaba un libro?

—Era una locura. A ver, había otro sistema de ordenar libro pero más complicado, claro. El sistema manual era, la persona pedía el libro, lo buscábamos en el ficherito, tenía su tejuelo, obviamente, pero era más lento. Teníamos cajeros por autores, por libros, por materias... Luego cuando lo encontrabas venía en la ficha la localización, ibas a los estantes a buscarlo y dentro, recordarás, tenían un sobrecito y ahí tenías que escribir a mano la fecha de la devolución, el señor que se lo llevaba firmaba, se le ponía un sello de la biblioteca... Y luego esa tarjeta iba a otro fichero manual... Vamos, un ratazo... Ahora te dan el libro, lo pones debajo de una pistola y listo.

—¿Se han quedado muchos libros sin devolver?

—Sí (ríe) muchos. Pero ahora es algo que está más controlado porque hacer las búsquedas por el ordenador es más fácil. Pero, con todo, también te tengo que decir que normalmente esto se produce por despistes de los usuarios pero no por mala intención. Y hablando de préstamos hay otra ventaja muy interesante que nos ha traído la automatización.

—¿Cuál?

—El préstamo interbibliotecario. Ahora mismo de aquí es muy difícil que se vaya un usuario sin lo que venía a buscar, porque si no está aquí, está en cualquier otra biblioteca y tenemos fórmula de averiguarlo de inmediato. Me pides un libro, yo no lo tengo, y metiéndome un momento en la red te digo si está en la provincial de Córdoba o en la Nacional de Madrid, se solicita por préstamo interbibliotecario y te lo mandan. Y si, por lo que sea, el libro está cogido y no hay otro ejemplar ahora también tenemos otra ventaja que a mí me encanta que es la de las reservas. Y digo que me encanta porque yo lo he sufrido mucho de jovencita. Eso de que ibas a la biblioteca buscando un libro y se lo acababan de llevar, iba al día que me decían, pues todavía no lo han devuelto... Y así con un sufrimiento (ríe) Ahora vienes, pides el libro y si no está pues te lo reservamos y en cuanto devuelven el libro el sistema te avisa de la reserva, te pone el nombre de la persona y el teléfono para que la llames para que pueda venir a recogerlo.

María José Vaquero, en el patio de la Biblioteca Pública Provincial. / Jesús Marín

—¿Quedan muchos cambios por hacer?

—Es que yo creo que las bibliotecas tienen que estar en constante proceso de cambio. Siempre queda mucho por hacer . Los bibliotecarios tenemos que subirnos al carro de las tecnologías y hacerlas aliadas nuestras. Fíjate también lo que ha cambiado el concepto mismo de biblioteca, de ser un templo de libros donde la gente venía a estudiar, a investigar, no se podía decir una palabra más alta que otra... Y ahora la apuesta es la dinamización, que se llene esto de gente haciendo actividades.

—Ha tenido usted una especial sensibilidad con el público infantil en ese sentido, ¿no?

—Sí, bueno, da la casualidad que la última actividad que he hecho como directora, que me emocioné mucho, por cierto, fue una actividad dedicada al público infantil y a las familias que se llama Nidos de lectura. Es una maravilla. Tenemos un blog, tenemos contacto con las familias participantes vía internet, físicamente, hacemos cursos on line, mis compañeras expertas en literatura infantil les explican cómo contarles cuentos a los niños, tenemos unas bolsas de préstamo de Nido de lectura temáticas donde metemos todo de la misma temática pues el libro, un juego, música... Es un programa precioso....

—Siempre hay que estar inventando...

—Claro que sí, procurando ofrecer cosas novedosas. Yo siempre he procurado que la biblioteca estuviera a la cabeza de todos los cambios tecnológicos que iban surgiendo. Nosotros fuimos de las primeras bibliotecas que nos hicimos twitter, facebook, instagram... Nos metimos de lleno en todas las redes.

—Oiga y el libro electrónico, ¿lo tienen disponible para préstamo?

—Sí, sí. Libros electrónicos pero con el dispositivo y todo. Aquí hay unos 30 disponibles para llevarte el aparato, el e-reader, con una serie de libros descargados. Pero se pide muy poco. De hecho, nunca hemos llegado a tener los 30 fuera.

—¿Cómo afectó el confinamiento y la pandemia a este centro?

—Ha sido un palo muy gordo, no sólo por el parón de actividades presenciales sino porque la vida nos ha cambiado mucho a todos y han cambiado también los hábitos de las personas. Ahora estamos luchando por la recuperación de todos los usuarios que nos hemos dejado en el camino a nivel presencial, poco a poco... Bueno, yo ya no, lucharán mis compañeras... Y te he hecho la precisión de a nivel presencial porque nosotros durante el confinamiento, y gracias a nuestro buen funcionamiento en las redes, hemos hecho talleres con mucho éxito, hemos creado nuevos clubes de lectura on line a los que se nos han unido lectores de Latinoamérica... La biblioteca no paró de trabajar en el confinamiento, con el edificio cerrado, sí, pero ha estado muy activa en redes.

—Por cierto, ¿cuántos usuarios tienen actualmente?

—Pues cerramos 2021 con 48.155 usuarios con carné de la biblioteca y con 76.194 visitantes, es decir, gente que haya participado en alguna actividad o haya acudido a la biblioteca, porque para entrar y coger un periódico o te paseas por la biblioteca y nadie te pide el carné.

—Para concluir, ¿nos recomienda un libro?

—Uy, eso es algo muy difícil porque para hacer una recomendación de un libro hay que conocer a la persona, porque siempre hay un libro para cada una, eso seguro. Pero, bueno, me voy a atrever recomendando El infinito en un junco, de Irene Vallejo, un ensayo precioso, instructivo y entretenido sobre la historia del libro y sobre todos los oficios que lo rodean.

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